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Foto del escritorRebeca Podestá

Compartiendo la cama

En mi consulta, he atendido varios casos de parejas que refieren llevarse muy bien en todos los aspectos menos en el sexual.


En la mayoría de casos, eran padres de hijos pequeños y compartían el dormitorio o la cama con ellos, así que en un inicio pensé que este podría ser el motivo del enfriamiento en la pareja.

Antes de ser mamá, cuando me preguntaban acerca del colecho -compartir cama con los hijos decía que lo único que me preocupaba era la pérdida del espacio de la pareja, y que había visto muchos casos en que se afectaba la intimidad. Además, cuando estudiaba en la universidad una profesora mencionó que quienes promovían que sus hijos durmieran en el mismo cuarto, o que apenas su bebé era suficientemente grande para dormir en su propia habitación, buscaban inmediatamente un siguiente embarazo, tenía como motivación crear una barrera hacia su pareja.


Ya no estoy de acuerdo.


He leído muchísimo sobre los beneficios del colecho para los pequeños, la mamá y el papá, favoreciendo la lactancia, un mejor descanso de todos los miembros de la familia, y un aumento en la sensación de afecto y seguridad en el bebé, necesarios para poder desarrollar más adelante autonomía e independencia.


Aunque sé que hay bebés que duermen muy bien en sus propios dormitorios desde chiquitos, si tu bebé llora para dormir contigo, no tiene sentido hacer sufrir a tu hijo (y sufrir tú también detrás de la puerta) por miedo a que nunca lo puedas sacar de tu cama. Así como un día ya no quieren que los cargues tanto, igual no querrán dormir más contigo.


Retomando el tema de la pareja, si bien el colecho era un factor que dificultaba los encuentros sexuales espontáneos en la pareja, era uno más, no precisamente la causa. Casi todas las parejas ya habían presentado algún tipo de sequía o baja frecuencia desde antes de convertirse en padres, algunos incluso al inicio de la relación, confiando en que una vez que vivieran juntos o se casaran, todo iba a “mejorar”. También hubo quienes tuvieron un inicio bastante apasionado, y luego de diferentes problemas, cambios y aumento de responsabilidades recién experimentaron el bajón.


Debo señalar que en la mayoría de los casos uno de los miembros de la pareja tenía convicciones rígidas acerca de la sexualidad, que incluían horario (casi siempre de noche, cuando ya estaban agotados), un sitio específico, obligatoriedad del orgasmo, larga duración del encuentro y expectativas altas hacia la relación y la pareja en general. Es decir, les costaba mucho flexibilizarse y salir de ciertos parámetros como cambiar de locación y aprovechar el baño, la cocina, la sala, innovar en el horario o saltarse algunos rituales de apareamiento para llegar directo al asunto.

Cuando realmente quieres, buscas el tiempo y el espacio.


El traer un hijo al mundo es un verdadero reto para la pareja a todo nivel, incluyendo el sexual. Cambia la dinámica de la pareja, cambian las prioridades y requiere de un buen tiempo de ajuste y adaptación.


Es necesario apelar a la madurez, conversar mucho y aprovechar cualquier momento libre por cortito que sea.


En otro post, escribí sobre la importancia de la demostración de afecto en la pareja, y decía que a los niños les daba seguridad ver que sus papás se aman. Ojo, no me refiero a que vean el acto en pleno, sino que cuando una pareja se demuestra el amor erótico el vínculo se fortalece, y eso es algo que se nota.


Hace poco leí que era mejor meditar 10 minutos diarios que 70 una vez por semana. Lo mismo aplica para los encuentros amatorios: mejor 1 encuentro de 10 minutos a la semana, que uno de 40 una vez al mes.

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